¿Quién maneja la retroexcavadora?
- T+
- T-
Rafael Mies
La "retroexcavadora" está plenamente operativa, y parece que lo ha estado desde el día uno del gobierno de la Nueva Mayoría.
Qué duda puede caber de esta afirmación, cuando a dos años de gobierno ya se están invirtiendo miles de millones de pesos para "concientizar" a la población acerca de la importancia de una nueva constitución.
No hay pilar institucional que no se esté afectando seriamente. La reforma tributaria, ya demuestra ser altamente regresiva y un freno importante a la clase media, principalmente los profesionales y emprendimientos pequeños.
La reforma laboral, la cual destruye el valor del contrato individual de trabajo y fuerza a las personas a colectivizarse y perderse en la masa laboral de un sindicato.
La reforma a las pensiones, que por primera vez pone en alerta a toda la población acerca de una posibilidad cierta de expropiación de los fondos. Un dinero que durante años ha sido ahorrado individualmente por los que trabajamos en este país.
Reformas esenciales en materia de valores y sociedad como el aborto y el matrimonio homosexual.
La retroexcavadora rompe y rompe y parece imposible detenerla, al menos en esta administración.
"Todo estaba en el programa de gobierno", dirán algunos, lo cual es cierto y muchos debiéramos haber leído con más calma y menos ingenuamente los infortunados titulares del mismo. Sin embargo, este es un país que confía en la prudencia y buen juicio de sus líderes políticos y pocos, creo yo, fueron capaces de anticipar tanta "destrucción institucional" en tan poco tiempo.
El senador Quintana tenía razón cuando manifestó que la única posibilidad de que se hicieran todos estos cambios no era con una "aplanadora" sino una "retroexcavadora". Lo que no dijo el senador fue a quién se le iban a pasar las llaves de esta destructiva máquina.
La pregunta del millón entonces es: ¿quién maneja la retroexcavadora?
La respuesta que hasta ahora es evidente es que no es alguien de la antigua Concertación, quienes se ganaron un espacio de confianza social al ponderar bien crecimiento con desarrollo social. Tampoco el ala más tradicional del propio Partido Socialista, quienes han sido críticos a muchas de estas reformas impuestas a la fuerza por un Congreso mayoritario.
Especial acápite merecen los líderes del Partido Demócrata Cristiano, quienes parecen repetir su karma de apoyar y respaldar con su voto reformas que claramente van en contra de su esencia doctrinaria.
Nos va quedando el Partido Comunista, de muy baja representación electoral, pero con una alta capacidad de movilización en las calles. Parecen ser ellos y los grupos más ideologizados de la Nueva Mayoría, quienes se las han arreglado para tener las llaves y la conducción de la ya mencionada "maquinaria pesada".
¿Cómo se puede detener esta destrucción?
No es fácil, pero sin dudas, se necesita con urgencia una oposición que supere su cinismo, miedos y culpas y recupere las ideas que la ayudaron a construir al Chile que hoy vemos se desmantela, "sin renuncia", en manos de una minoría que a pocos representa en este país.